Por Ana M. Alvarado Hernández
George Mason University, Virginia
En esos tiempos no había sentimientos.
Las manos asesinas no tenían corazón,
Ni mucho menos había perdón.
¿Qué importaba si era de día o de noche?
No importaba si los inocentes veían
estas masacres.
¿Qué importaba si era verdad
o solo una acusación?
Para los asesinos no había explicación.
Para los sospechosos no había juicios
¿Cómo podían probar que eran inocentes?
El gobierno se valía de muchos prejuicios
Para hacer maldades a su propia gente.
Encapuchados vestidos de civiles
Llegaron a amenazar con misiles,
Pero los terminaron quemando vivos.
No les importó que sus hijos fueran testigos.